Queríamos
daros las gracias a todos los presentes y los que nos han acompañado, desde
cerca y desde la distancia, familiares, amigos y anónimos que han vivido en
comunión estos nueve meses. Buscábamos palabras para agradecer, explicaros
nuestra vivencia, como estamos, etc, etc. de repente, a mitad de esta semana,
recibo el primer whatsap de Alicia, ella no es amiga de los móviles. Sólo me
decía, ‘te he enviado un correo’, sin más explicación. Cuando le leí, me quedé
impresionado, ¡vaya mujer que tengo, impresionante! ¡Cómo ha vivido, meditado y
digerido estos nueve meses! Mientras lo leía sólo podía dar gracias a Dios, se
me removieron todos los sentimientos, gracias, dolor, emoción.
¿Qué más
podía yo decir, añadir? Nada. Me dije, Jesús, haz silencio, medita, no añadas
ni una letra que lo estropeas. Esto es lo que hace días que os queríamos
transmitir. ¿Quién mejor que una madre? ¿Quién mejor que la madre de Marta?
Desde lo
hondo del corazón, esto es lo que ha aprendido esta familia estos nueve meses.
LA VIDA DE
MARTA TIENE SENTIDO
La vida de Marta tiene sentido.
Marta me ha enseñado a disfrutar de cada instante, a aprovechar cada minuto de
vida, a vivir el ahora, a reír mucho, a no agobiarme por pequeñeces. Pero eso
no es lo que da sentido a su vida.
La vida de Marta tiene sentido.
Marta me ha enseñado que las cosas pueden no ser como yo quiero y, aun así, ser:
no se acaba el mundo, se puede ser feliz. Pero eso tampoco da sentido a la vida
de mi querida hija.
La vida de Marta tiene sentido. Con
Marta he aprendido a no hacer planes, o, mejor dicho, a aceptar que todos son
provisionales, y a adaptarme rápidamente y sin fatalismos a situaciones nuevas,
una y otra vez. Sin embargo, eso no da sentido a su vida.
La vida de Marta tiene sentido.
Ella me ha enseñado a buscar su felicidad, a hacerla feliz cada día, por encima
de mis deseos o anhelos. Curiosamente, en su felicidad he ido encontrando la
mía. Pero no, el sentido de su vida no es hacerme feliz.
La vida de Marta tiene sentido.
Marta me ha hecho rezar. He rezado mucho, como nunca he rezado, y me he puesto
en manos de Dios como nunca lo he hecho. Ni siquiera eso da sentido a su vida.
La vida de Marta tiene sentido.
Ella ha movido el corazón de muchas personas. De nuestra familia, de nuestros
amigos, de nuestros compañeros, e incluso de personas que no nos conocen. Nos
hemos sentido muy queridos y acompañados en el sufrimiento, unidos en comunidad
de amor y oración. Pero no, no creo que eso sea lo que da sentido a su vida.
La vida de Marta tiene sentido.
Jesús y yo ahora nos amamos más, y amamos más a nuestras hijas. Sin embargo, ni
eso da sentido a su vida.
La vida de Marta tiene sentido. La
he amado y ella me ha amado. Ha sido muy amada y la hemos amado mucho. Me
siento tentada a decir que eso da sentido a su vida. Ha sido una niña feliz, y eso
tiene bastante sentido. No obstante, no soy yo ni mi amor lo que da sentido a
su vida.
La vida de Marta tiene sentido.
Dios la ama, y Marta vive para amar y ser amada por Él. Por eso Marta es feliz.
Eso le da todo el sentido. Todo lo demás es un regalo, un don enorme que ha
enriquecido y ha hecho mejor nuestro mundo, pero la razón de ser de Marta no es
regalarnos su amor, sino vivir el amor de Dios, ser su hija querida.
La vida de Marta tiene mucho
sentido.
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