sábado, 24 de marzo de 2012

... de alta gama...

Seiscientos kilómetros para ir y los mismos en sentido contrario para volver.
El tío Alfonso, el último de los hermanos varones de mi madre, ha muerto.
Llueve en Barcelona, y no encuentro un billete que me permita combinar mis horarios y disponibilidad para ir en transporte público. Parece que ya tengo un pretexto para decir que no voy, que rezaré por él, pero que no me es posible.
Sin embargo no caigo en la tentación de la comodidad, preparo una mínima bolsa de viaje , cojo el coche  familiar de los considerados de alta gama y marcho.
Salgo a las 13 horas. La primera parada a 150 km de casa para comer algo ligero y continuar. Al volver al coche, las puertas no se abren, están bloqueadas. No puedes perder la calma, no arregla nada. ¡Reacciona! ¿Qué puedo hacer?.
Llamo a mi marido y me orienta: que intente abrir con el llavín oculto que las llaves, de estos vehículos tan modernos, todo nueva tecnología , todo electrónico, todo "lujo",  llevan incorporadas.
Varios intentos. Suena la alarma. Una sensación de ridículo me embarga. Las miradas, entre incrédulas y dudosas sobre mí caen y pasan rápido. Ni una sola propuesta de ayuda.
Por fin puedo abrir la puerta del conductor. El resto no. Continuo la marcha sin más incidentes.
Terminado el sepelio al día siguiente, el regreso a casa.
Me vuelven a quedar 600 km por delante. Paro a 50 km del punto de salida. En la primera gasolinera me detengo a llenar el depósito, así ya me despreocupo del combustible. Me acerco al surtidor, pero la portezuela que cubre el tapón del depósito también está bloqueada...
El empleado de la gasolinera sale a ver que está sucediendo. Me mira como quien piensa que he debido robar el coche. Otra vez esa sensación de impoténcia del que no sabe que hacer. Él tampoco sabe que debo hacer.
Vuelta a llamar a mi marido. No deja de sorprenderse por lo que me está pasando. En realidad le pasa al coche. Me va dando instrucciones que ni yo, ni las diferentes personas que alli estamos somos capaces de llevar a cabo. No puedo asegurar que él hubiese podido.
Pasa el tiempo y algo hay que hacer.
Llamo al RACC.
Diez minutos mas tarde tengo alli, en la N-344 una grua y un "técnico" , que salvará a la "princesa" de las garras del dragón, que és la ignoráncia, la incertidumbre, el estupor... en materia de coches.
Lo intenta todo y no puede hacer nada. Busca en el libro de instrucciones posibles soluciones al problema. Ese libro es una novela rosa en la que todo transcurre con dicha y felicidad. No tiene respuestas para situaciones reales.
Se le ocurre llamar a un amigo que tiene un coche como el mío. 
Pleno al quince, su amigo le da una salida "de emergéncia". Conseguimos abrir la portezuela de la gasolina y repostar.
Sigo la marcha. Me cuestiono sobre la oportunidad de mi viaje. Tal vez tengo dudas.
Finalmente reflexiono sobre la vida y la muerte. Sobre como mostramos el interés  y aprecio que sentimos por las personas en momentos como ese. Pienso en mis abuelos, que tuvieron 10 hijos y en que sus nietos ya tenemos nietos. Me doy cuenta que fugaz es la vida y como he de aprovechar todas y cada una de las ocasiones que se me presentan, para expresar el afecto que he sentido y siento por las personas con las que por familiaridad biológica o espiritual estoy unida.
Esto es verdaderamente ¡alta gama!





No hay comentarios:

Publicar un comentario