lunes, 15 de marzo de 2010

Mi madre, según ella, casi cien años

Cierra los ojos y esboza una sonrisa.
Reclina la cabeza en el respaldo.
Diríase que duerme...
Desgrana la vida como si fuesen las cuentas de un rosario.
Pasa silenciosa, pero dulce en su recuerdo, año tras año.
La infancia, paseos en el campo, a lomos del caballo, o sentada en el carro.
Los abuelos,...
La Misa del domingo y aquel vestido nuevo con un lazo de raso,...
Abre los ojos y ve que sigo ahí, inmovil a su lado.
Me mira, me sonrie y comienza el relato.
Desgrana muy despacio los recuerdos como desgrana la cuentas del rosario.
Revive aquellos años y la siento felíz.
Los juegos, los amigos, los mozos que trabajan en la casa.
Los paseos, los mimos que le daban.
Todo vuelve de nuevo...
Fija los ojos y pierde la mirada.
Se va hacia el infinito, en busca de los sueños que anhelaba.
Deseaba una vida sin penas, ni dolores
y se le llenó el alma del sabor de los amores.
Amor a sus abuelos, a sus padres.
Apasionado amor al hombre de su vida,
el esposo a quien recuerda entre sonrisas y rubores.
Por sus hijos siempre el corazón inquieto...
Y descubre en la vejez,
cuando se acaba esta vida y no hay ya preocupaciones,
que han sido sus nietos,
quienes le han dado las experiencias mejores.

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