Solemos cenar fuera de casa un dia a la semana.
Ultimamente lo hacíamos los viernes, como un preludio de que el fin de semana y un poco de dexconexión de la rutina, se acercaba con el sabado y domingo por delante. Esa costumbre la adquirimos como una compensación a "la vida moderna" que se nos había presentado sin avisar.
Hace años mi marido trabajaba en la provincia de Guadalajara (a unos 600km de casa, más o menos), y volvía a casa el viernes por la tarde.
Yo le recojía en el aeropuerto, y después de haberme comprado un libro, casi acabarlo de leer, durante la espera y el retraso del avión, nos ibamos a "celebrar" que seguiamos estando juntos y contentos a pesar de que las circunstancias de la vida moderna y en la que aún no se había institucionalizado la crisis, no facilitaba la convivencia. Por ello nosotros adquirimos la costumbre de ir a cenar los viernes.
Pasaron los años y su traslado fué un regalo. Ya podiamos vernos cada día y cenar en casa, pero no dejamos de practicar la cena de los viernes en algún restaurante. Esta costumbre solo se alteraba por causas ajenas a nuestra voluntad.
Fuimos descubriendo restaurantes y lugares donde se come muy bien y otros de los que ni me acuerdo, porque no valía la pena volver. Incluso me aficioné a guardar con una reseña personal, tarjetas de restaurantes, como pequeños trofeos dónde habíamos cenado con gusto y en general poco dinero.
Esta costumbre de cenar fuera de casa en un restaurante, tambien se puede cenar en casa de familiares o amigos y sería "cenar fuera de casa", nos permitía algo dificil de conseguir, si no hubiese sido de este modo, poder hablar sin prisas, ni interrupciones de otros o de nosotros mismos, levantandonos para servir, o aportar a la mesa algo que se nos hubiese olvidado. No sé, tal vez aceite o sal.
Pagar unos euros por semejante logro no tenía precio y sí mucho valor.
No nos importaba hacer algunos km, para acudir a este o aquel establecimiento y probar su cocina y su ambiente.
Con la llegada del buen tiempo son bastantes las personas que salen de noche a cenar o tomar unas tapas, y el barullo de gente y la mala sonoridad de algunos locales, nos han llevado a tachar de la lista, por ahora más de un restaurante.Pero también a descubrir otros nuevos y hasta mejores.
En esta dinámica, anoche volvimos a un restaurante, no muy grande, situado en El Masnou, pequeña villa de unos 25.000 habitantes situada a unos 20 km de Barcelona hacia el Norte, en la costa.
Sí, ayer no era viernes sino jueves, pero es que ya conocíamos el local, pequeño pero con mucho encanto, y un servicio exquisito, sin empalagamientos, donde los jueves hay un "menú" singular a base de tapas, muy económico y que queriamos probar, de modo que cambiamos el día. Se trata de
http://www.restauranteorfila.es
Fué una experiencia para los sentidos inenarrable, solo se puede probar y gustar.
Y algo muy de agradecer: fué una cena tranquila.
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