viernes, 7 de diciembre de 2012

1001 razones

Se acerca la Navidad y se ponen en marcha las campañas.
 Comprar regalos para aquellos que quieres y alguno para los compromisos, es decir para quien te resulta indiferente, pero deseas que piense que es
importante en tu vida.
La ciudad se ha llenado de estimulos, más o menos estudiados, luces de colores en sujestivas guirnaldas, escaparates llenos de color y decoraciones atrayentes, música , villancicos,...gente y más gente que deambula por ella como si supiese a dónde va y qué desea conseguir al mejor precio y que a su vez sea la idea más original del año...algo de imaginación debemos dejar para el siguiente año.

Pienso en lo estudiado que está el modo en que, sin darnos cuenta, vayamos cayendo en esa "trampa" comercial, de esta sociedad nuestra en que casi todo se expresa en función del valor económico del producto que obsequiamos. así cuanto mayor es el tamaño del envase, el lazó, la etiqueta, ... mejor "interpretamos " la calidad del afecto de quien obsequia hacia el obsequiado.
Y en esta dinámica comercial dejamos de lado con frecuencia los intereses de quien ha de recibir ese "detalle", le llamamos, falacia que generamos para engañarnos a nosotros mismos.

Como mi conciencia "adulta" se revela con frecuéncia, y me dice "no caigas en la trampa", invento 1001 razones para argumentar las bondades de estos trucos del marketing que generan deseos y estimulos para comprar. Pero no necesito llegar a analizar la segunda razón de esas 1001, pues en la primera ya tengo argumentos y justificaciones que me llevan a hacer las compras previstas y alguna absolutamente no contemplada, pero que suelo hacer "por si me he olvidado de alguien".

Voy por la ciudad, oscurece el dia hacia las seis de la tarde, y ¡oh! sorpresa se iluminan las calles de una paleta multicolor, con la que los diseñadores han pintado ese cuadro de luces y formas sobre nuestras cabezas. El espectáculo está servido. Empieza la fiesta de esa día. Se levantan las miradas hacia las guirnaldas , grecas y cenefas que nos cubren. 

Para algunos será la única mirada al cielo, y no pasaran de esa altura de ocho metros, cuando lo que de verdad importa está mucho más lejos, más arriva, ...o paradojicamente mucho más cerca. Pues ese Niño Dios, cuyo nacimiento commemoramos y celebramos en Navidad, está dentro de nosotros.

Siempre que amamos, Él se manifiesta desde nosotros.

Con el deseo de que hagamos de cada día una Navidad, para todos  
                                      ¡Felíz Navidad!
 

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